miércoles, 29 de septiembre de 2021

Las ovejas del sueño

¡Saludos orbitales!

Por aquí ando, liadillo con varias cosas, por eso no pongo más cosas aquí.

Por un lado he podido preparar y probar una partida nueva para mi grupo habitual. Salió bastante bien y ajustada perfectamente en una sola sesión.

Por otro lado, estoy terminándome de leer las reglas de M-Space, empecé con el pdf definitivo pero, ahora ya tengo el libro en papel en casa. Una gozada. :D

Estoy escribiendo una aventura de ci-fi “homenaje”, de esas cosas que me hacen gracia por algún motivo y preparo una versión a mi gusto. Ya os diré dónde aparecerá. ;D

También voy cogiendo detalles del sistema para la otra aventura ci-fi, original esta vez, con la que me pondré a continuación.

Ambas muy lejos del sistema solar en un futuro distante.

 

Sin embargo, lo que me trae hoy por aquí es este relato tonto que me apeteció escribir, al ver una imagen parecida a esa que pongo ahí abajo. Pensé “Vaya, ahí hay una historia” y poco después “Pues mira, si, esta misma”. xD

Una historia que imaginé que me contaban

Carta de mi amiga Ylana:

Hace tiempo que no nos vemos, casi dos años ya, por lo que decidí escribirte, es algo que no puedo contar a nadie más por aquí, no me entenderían.

No hace mucho de esto. Llevaba unas cuantas noches con problemas de insomnio y dolores de cabeza.

No era la única a la que le venía ocurriendo. En el pueblo todos tenían sus remedios caseros o directamente se medicaban sin receta. No soy amiga de experimentar químicamente con mi cuerpo, así que elegí lo que me pareció más inocuo.

Una de las cosas que siempre me dijeron fue que, lo mejor para dormir por la noche era contar ovejas.

Debes recordar que, en mi familia, siempre hemos sido gente muy literal.

Así pues, aquella noche, preparé mi saco de dormir y salí de casa hacia las afueras del pueblo, donde hay corrales con ovejas.

Elegí uno donde el rebaño estaba reunido tras el cercado.

De entrada me parecieron curiosos los sonidos que emitían los animales, murmullos con una cadencia acompasada. Me fijé en que todas ellas se disponían formando un disco, mirando hacia un punto en el centro del cercado, como si observaran algo que se encontrara en el terreno.

Pero no había ido hasta allí para estudiar el comportamiento nocturno de las ovejas.

Comencé a contarlas, aunque no debí hacerlo en voz alta, ya que notaron mi presencia y enmudecieron al instante. Se giraron todas al unísono para observar a la culpable de interrumpir su canturreo.

Por supuesto, ante esas miradas de ojos brillando en la oscuridad, tampoco pude continuar, incluso perdí la cuenta.

Esos tensos momentos de intercambio de miradas, en los que ninguna de las partes dice nada, fueron rotos por una voz ovina y ronca, que resonaba como la suma de todo el rebaño.

- “¿Eres tú una elegida, llamada a compartir su mente con las huestes de Utuphrem?” –me preguntaron ante mi estupor.

- “¿Deseas beber del ídolo de obsidiana de Unukalhai?” –insistió el espantoso vozarrón, mientras mi ignorancia me impedía escoger algo adecuado que responder.

- “¿Has venido a aprender de los signos grabados, sobre los misterios del cosmos?” –la verdad es que era una oferta tentadora y me aproximé al cercado con intención de saltar dentro.

- “Únete a nosotras en los acordes para afinar el vínculo de acceso. Llevamos días preparándonos.” – ¡Así que era eso lo que hacían!

Me pareció espeluznante que se pusieran de pie sobre dos patas y me abrieran un pasillo. Llegué hasta una piedra oscura trapezoidal casi hundida en la tierra. Unos símbolos, similares a grietas, palpitaban por toda su superficie con una luz pálida ligeramente verdosa.

No recuerdo qué pudo más, si mi curiosidad o mi espanto hacia esas extrañas ovejas.

Desperté en mi habitación bien entrada la mañana, mi saco de dormir estaba guardado en su sitio y mi ropa de calle plegada en la silla, como de costumbre.

Repasé mi pesadilla mientras me duchaba, por la curiosidad de saber cómo acababa, pero no hubo manera.

Durante el desayuno escuchaba las noticias, cuando empezaron a hablar de mi pueblo. Una mujer había encontrado un meteorito en sus terrenos, comentaban la suerte que tuvo, al no impactar contra ninguno de sus animales.

Era la granja de Catharina van Tovenaars, una pintora holandesa un poco extraña que venía a la biblioteca buscando libros raros y antiguos, la única que se llevaba libros en otras lenguas. Yo me fijo en esas cosas.

Creo que fue su granja la que vi en mi pesadilla.

El meteorito que mostraban por la tele tenía una forma trapezoidal pero no se apreciaban símbolos. Por supuesto, tuve que pasarme por allí a verlo con mis propios ojos. 

El lugar estaba lleno de vecinos, periodistas, cámaras, policía y gente con trajes blancos, máscaras de protección y aparatos de medición.

Al acercarme, todas las ovejas comenzaron a balar a la vez, causando un escándalo tremendo.

Me fui de allí enseguida, antes de que a alguien le diera por relacionarme con ese extraño comportamiento. ¡Malditas ovejas!

El caso es que no volví a sentir dolores de cabeza y tengo menos problemas de insomnio.

Cuando puedas venir a visitarme, te llevará a ver la piedra del espacio y a ese rebaño de ovejas locas.

Besos y abrazos.

Tu amiga Ylana.

 

Seguro que alguien saca una historia mejor de esa imagen, pero esta es la que me pasó por la cabeza. ;P

Me despido hasta dentro de unos días o semanas, recomendando que, a la hora de acostaros, mejor que contéis olivas, caracoles, pétalos, libros de la estantería, ...zzz ...zzz.