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martes, 3 de diciembre de 2024

Senderismos en la oscuridad

¡Saludos amigas y amigos!

 

Soy aquel que una vez fue.

 

¿Quién lo iba a imaginar? ¡Vaya año! :-(

Lo que tienen los problemas de larga duración es que, además de robarte todo el tiempo que pueden, también te quitan las ganas de hacer cosas en el poco tiempo que te resta.

Pero voy a ver si voy saliendo poco a poco de aquí.

Aunque no como antes, me he mantenido ligeramente activo en la afición, así que no doy por perdidas antiguas intenciones.

Por otro lado, hace muchos meses que no pisaba naturaleza y el otro día tuve la ocasión.

Hubo un detalle curioso y...

 

Ruta de senderismo en la oscuridad

 

“Esta foto la tomó una amiga durante una ruta de senderismo que hicimos un pequeño grupo por el monte.

Se hicieron las siete mientras volvíamos, pero la noche nos había engullido, cuando nos topamos con el cartel y la gata.

Leer el anuncio colgado del cartel

Foto del cartel y la gata

Llamamos al teléfono del anuncio y una dulce voz nos indicó que su casa estaba cerca, sólo teníamos que seguir a la gata.

Al llegar a la verja, la gata se escabulló dentro.

Habríamos jurado que aquella casa no estaba allí al pasar la primera vez.

Buscábamos un modo de entrar, cuando una figura apareció entre la oscuridad del jardín.

La mujer tenía una mirada penetrante, casi felina.

Nos invitó a entrar para explicarnos las necesidades “especiales” de la gatita.

 

Un miedo primario nos recorrió el cuerpo a todos.

Rechazamos cortésmente la invitación afirmando que solo queríamos asegurarnos de que la gata llegaba a salvo.

La mujer rio salvajemente y nos dijo:

“No temáis por ella. Pero vosotros, ratoncitos, no deberíais vagar en la oscuridad pues, al caer la noche, hay criaturas que salen de caza.”

Y con esas perturbadoras palabras nos alejamos rápidamente, deshaciendo el camino, alumbrados por una exigua linterna.

Caminamos en silencio, atentos a cada ruido que surgía del bosque.

Hasta la reconfortante luz de la primera farola del pueblo, que nos permitió recuperar el aliento.”

 

Aclaraciones: la foto es real salvo por el número de móvil, que ha sido protegido, o la gata, que fue añadida más tarde a la imagen, no estaba allí. No se llamó a nadie y este relato es ficción basada en un senderismo real.

 

Pasad las mejores navidades posibles y espero que nos volvamos a leer pronto.

 

 

miércoles, 29 de septiembre de 2021

Las ovejas del sueño

¡Saludos orbitales!

Por aquí ando, liadillo con varias cosas, por eso no pongo más cosas aquí.

Por un lado he podido preparar y probar una partida nueva para mi grupo habitual. Salió bastante bien y ajustada perfectamente en una sola sesión.

Por otro lado, estoy terminándome de leer las reglas de M-Space, empecé con el pdf definitivo pero, ahora ya tengo el libro en papel en casa. Una gozada. :D

Estoy escribiendo una aventura de ci-fi “homenaje”, de esas cosas que me hacen gracia por algún motivo y preparo una versión a mi gusto. Ya os diré dónde aparecerá. ;D

También voy cogiendo detalles del sistema para la otra aventura ci-fi, original esta vez, con la que me pondré a continuación.

Ambas muy lejos del sistema solar en un futuro distante.

 

Sin embargo, lo que me trae hoy por aquí es este relato tonto que me apeteció escribir, al ver una imagen parecida a esa que pongo ahí abajo. Pensé “Vaya, ahí hay una historia” y poco después “Pues mira, si, esta misma”. xD

Una historia que imaginé que me contaban

Carta de mi amiga Ylana:

Hace tiempo que no nos vemos, casi dos años ya, por lo que decidí escribirte, es algo que no puedo contar a nadie más por aquí, no me entenderían.

No hace mucho de esto. Llevaba unas cuantas noches con problemas de insomnio y dolores de cabeza.

No era la única a la que le venía ocurriendo. En el pueblo todos tenían sus remedios caseros o directamente se medicaban sin receta. No soy amiga de experimentar químicamente con mi cuerpo, así que elegí lo que me pareció más inocuo.

Una de las cosas que siempre me dijeron fue que, lo mejor para dormir por la noche era contar ovejas.

Debes recordar que, en mi familia, siempre hemos sido gente muy literal.

Así pues, aquella noche, preparé mi saco de dormir y salí de casa hacia las afueras del pueblo, donde hay corrales con ovejas.

Elegí uno donde el rebaño estaba reunido tras el cercado.

De entrada me parecieron curiosos los sonidos que emitían los animales, murmullos con una cadencia acompasada. Me fijé en que todas ellas se disponían formando un disco, mirando hacia un punto en el centro del cercado, como si observaran algo que se encontrara en el terreno.

Pero no había ido hasta allí para estudiar el comportamiento nocturno de las ovejas.

Comencé a contarlas, aunque no debí hacerlo en voz alta, ya que notaron mi presencia y enmudecieron al instante. Se giraron todas al unísono para observar a la culpable de interrumpir su canturreo.

Por supuesto, ante esas miradas de ojos brillando en la oscuridad, tampoco pude continuar, incluso perdí la cuenta.

Esos tensos momentos de intercambio de miradas, en los que ninguna de las partes dice nada, fueron rotos por una voz ovina y ronca, que resonaba como la suma de todo el rebaño.

- “¿Eres tú una elegida, llamada a compartir su mente con las huestes de Utuphrem?” –me preguntaron ante mi estupor.

- “¿Deseas beber del ídolo de obsidiana de Unukalhai?” –insistió el espantoso vozarrón, mientras mi ignorancia me impedía escoger algo adecuado que responder.

- “¿Has venido a aprender de los signos grabados, sobre los misterios del cosmos?” –la verdad es que era una oferta tentadora y me aproximé al cercado con intención de saltar dentro.

- “Únete a nosotras en los acordes para afinar el vínculo de acceso. Llevamos días preparándonos.” – ¡Así que era eso lo que hacían!

Me pareció espeluznante que se pusieran de pie sobre dos patas y me abrieran un pasillo. Llegué hasta una piedra oscura trapezoidal casi hundida en la tierra. Unos símbolos, similares a grietas, palpitaban por toda su superficie con una luz pálida ligeramente verdosa.

No recuerdo qué pudo más, si mi curiosidad o mi espanto hacia esas extrañas ovejas.

Desperté en mi habitación bien entrada la mañana, mi saco de dormir estaba guardado en su sitio y mi ropa de calle plegada en la silla, como de costumbre.

Repasé mi pesadilla mientras me duchaba, por la curiosidad de saber cómo acababa, pero no hubo manera.

Durante el desayuno escuchaba las noticias, cuando empezaron a hablar de mi pueblo. Una mujer había encontrado un meteorito en sus terrenos, comentaban la suerte que tuvo, al no impactar contra ninguno de sus animales.

Era la granja de Catharina van Tovenaars, una pintora holandesa un poco extraña que venía a la biblioteca buscando libros raros y antiguos, la única que se llevaba libros en otras lenguas. Yo me fijo en esas cosas.

Creo que fue su granja la que vi en mi pesadilla.

El meteorito que mostraban por la tele tenía una forma trapezoidal pero no se apreciaban símbolos. Por supuesto, tuve que pasarme por allí a verlo con mis propios ojos. 

El lugar estaba lleno de vecinos, periodistas, cámaras, policía y gente con trajes blancos, máscaras de protección y aparatos de medición.

Al acercarme, todas las ovejas comenzaron a balar a la vez, causando un escándalo tremendo.

Me fui de allí enseguida, antes de que a alguien le diera por relacionarme con ese extraño comportamiento. ¡Malditas ovejas!

El caso es que no volví a sentir dolores de cabeza y tengo menos problemas de insomnio.

Cuando puedas venir a visitarme, te llevará a ver la piedra del espacio y a ese rebaño de ovejas locas.

Besos y abrazos.

Tu amiga Ylana.

 

Seguro que alguien saca una historia mejor de esa imagen, pero esta es la que me pasó por la cabeza. ;P

Me despido hasta dentro de unos días o semanas, recomendando que, a la hora de acostaros, mejor que contéis olivas, caracoles, pétalos, libros de la estantería, ...zzz ...zzz.

 

martes, 8 de diciembre de 2020

El horror en el viento

Me encuentro agazapado ahora mismo en la seguridad de mi hogar, escuchando el ominoso vendaval azotar todo lo que permanece en el exterior.
En otro momento, los gritos de mis vecinos, la música a alto volumen, sus golpes, el graznar de las gaviotas, inundarían mi casa.
Esta noche todo guarda un temeroso silencio.

Hoy es uno de esos días en que los marineros han amarrado sus barcas y se han retirado temprano.
Son las horas en que la oscuridad ha llegado y, los que aún deben permanecer en sus puestos de trabajo, solo piensan acongojados en el camino de vuelta que les espera.

Una antigua leyenda cuenta que una presencia, fraguada en la rabia y el odio a todo lo vivo, un ser que se mueve con la ventisca y corta como el cristal, sale de caza cuando el viento arrecia.
Es recordado que, a la mañana siguiente de una noche como esta, se hallaron los restos de algunas de sus víctimas, colgados como muñecos de trapo hechos jirones.

La gente suele pensar en sus negocios, sus coches, sus barcas, sus campos, en los destrozos que encontrarán pero, no hoy, no esta noche.
Sus pensamientos, al igual que el mío, se centran solo en las ventanas y las puertas de sus hogares, en si son lo suficientemente recias para aguantar las embestidas.

Y aunque muchos no somos creyentes, rechazando de pleno todas esas leyendas y mitos, apagamos casi todas las luces, apretamos los puños y deseamos con fuerza que pase de largo, que no nos elija a nosotros.

"Si no llamo su atención, veré la luz de un nuevo día.
¡Por favor, que encuentre a otro, que elija a otro!"

Artist: Red Five

Bueno, ayer hacía un viento del demonio y sentado en la oscuridad, pensando que no valía la pena salir a dos recados que podían esperar, se me ocurrió escribir sobre las sensaciones y pensamientos que puede provocar un viento fuerte y frío.

Cierren bien puertas y ventanas, apaguen todas las luces y no hagan ruido.
Pasen una buena noche.

sábado, 31 de octubre de 2020

Corazón Verde

Llega de nuevo la noche mágica, pero las incontables jornadas encerrado entre cuatro paredes me hacen ansiar las visiones y experiencias que inundarán mis sueños. A través de las tenues barreras llegarán a mí, y por ellas escaparé por unas horas de este encierro, sintiendo como propias las sensaciones de aquellos que recorren ese mundo extraño.

El cansancio me sumerge en el olvido y se funde sutilmente con el de cuatro compañeros oníricos, que no sospechan que los cinco compartimos viaje.

El viejo Sabio Gris, Herentaros, su protector, Jorakos el Varmandi, su guía, Heothal espada de Humakt, y una aliada reciente, Dalustana, seguidora de Vinga la guerrera, llevan horas dando un rodeo en la oscuridad, a través de bosque cerrado, alejándose todo lo posible del territorio de los hombres escorpión, intentando alcanzar a una región más amigable.

Su último intento de encontrar refugio en el que pasar la noche se tornó en un espantoso encuentro, aunque abandonaron el lugar con una extraña gema.

- Con razón esos engendros caóticos de ocho patas, cola de escorpión y cerebro de mosquito temían acercarse a esa torre maldita –comenta el viejo resoplando.

- Creo que ya volvemos a salir al camino. Heothal se ha adelantado a… –el silencio abrupto de la guerrera, el gesto de su mano que demanda silencio y el desenvainar de sus armas lentamente, pone en alerta a Jorakos y Herentaros.

Pasan un buen rato aguardando, respirando con cautela, viendo formarse su aliento de vida en la gélida noche.

El guerrero se impacienta, agarra con fuerza su espada y susurra a la mujer- ¿Qué hacemos, ves a Heothal?

Dalustana contesta en un tono aún más bajo- Lleva ahí un rato sin moverse, mirando algo.

- Esto es ridículo, ya no me siento los dedos, acerquémonos todos –decide el viejo.

Con toda la delicadeza de la que son capaces se acercan al lado de su compañero y ven lo que está mirando tan fijamente. En efecto, ha encontrado el camino otra vez, pero hay una enorme figura inmóvil ahí fuera, en terreno despejado. Los rayos rojizos de la luna revelan por momentos su aspecto. Su torso y brazos pintados con runas en color claro, la cabeza cubierta con un penacho de huesos y colmillos, un cinturón del que cuelgan cráneos humanos y, tocando el suelo, un segundo cuerpo alargado pegado a su abdomen, ocho patas inhumanas y una enorme cola rematada en aguijón reposando en tierra.

- Ese desgraciado no se ha movido desde que he llegado. Creo que ni siquiera respira –dice Heothal claramente molesto. Sin añadir nada más, con la espada en una mano y el escudo en la otra, surge de la espesura. Se dirige lentamente hacia ese horror, con la sutileza de un alince, esperando que ese monstruo no lo escuche, en caso de que acostumbren a dormir sentados.

Los demás contienen el aliento hasta que su compañero se planta a cuatro pasos frente al hombre escorpión. Heothal baja la espada y se lleva la mano del escudo a la cara mientras recula unos pasos- ¡Ugh, que peste! Podéis salir.

Sin guardar las armas se aproximan hasta el límite que sus olfatos les permiten. Incluso a oscuras se puede ver el lamentable estado del cuerpo. Reseco y rígido, como quemado sin haber ardido en llamas y apestando peor que un broo muerto.

- Era uno de sus shamanes, fijaos en su lanza adornada con huesos y su bolsa de talismanes –aclara Herentaros sin osar acercarse.

Heothal no para de mirar el camino y la zona a ambos lados- ¿Qué narices hacia aquí? Su territorio acaba en aquel cerro, esta es la frontera sur.

- ¿Eso te preocupa? ¿Y el enemigo que lo ha dejado así, qué? –añade Jorakos inquieto.

Unas voces en lengua que no entienden, comienzan a susurrar en sus oídos y en torno a ellos, los hacen enmudecer y hielan su sangre. Se apartan rápidamente del cuerpo intentando dejar atrás los murmullos, avanzando por el camino. Los susurros les acompañan, más insistentes y numerosos durante un tramo angustioso, hasta que se desvanecen y los sonidos del bosque nocturno les conceden cierta calma.

Pero no por mucho- ¡Boñigas de cabra! Mirad allí arriba, al este, entre las rocas –advierte la vingana.

Perfilados sobre los riscos, ven una partida de caza de hombres escorpión, observándoles, avanzando al mismo ritmo que ellos.

Todos aceleran el paso instintivamente pero Jorakos además los estudia y piensa en el posible combate- ¡Maldición, son 7 o más! Si nos atacan estamos muertos o algo peor.

Heothal busca en su cabeza algún posible refugio- Conozco una aldea cercana, los han rechazado otras veces, pero necesitamos sacarles más ventaja o no llegaremos.

La guerrera mira de reojo cada pocos pasos- ¡Esperad, mirad eso, se retiran! –Dalustana señala a los riscos y todos contemplan como uno a uno, esos monstruos abandonan el lugar de vuelta a sus tierras- ¿Qué les ha hecho retirarse?

Herentaros es el único que ha seguido andando- ¡Los dioses, los dioses les han hecho retirarse! Ahora vamos a la aldea esa de una maldita vez ¡Se me han erizado hasta los pelos de la barba!

Un último y extenuante esfuerzo los acerca a un tortuoso sendero por el que Heothal los conduce. La aldea fortificada del clan Derakoli, a los pies de las Montañas Tormentosas, aguarda a los viajeros. La primera visión es la de unas pocas columnas de humo salir de varias chozas, desplomándose sobre ellas a continuación.

Una voz frena sus pasos- ¡Alto, extraños! ¿Quién pisa las tierras de los Derakoli? ¿Sois amigos o enemigos? –pregunta un vigilante que surge de un refugio, cubierto con gruesas pieles. Otra figura permanece a resguardo.

Heothal emplea el saludo tradicional y se descubre como Espada de Humakt, lo que diga a partir de ese momento no será puesto en duda. Presenta a sus compañeros como nuevos amigos de los Derakoli y enemigos de los hombres escorpión. Los vigilantes los conducen al portón de madera.

- Un buen dique de tierra, piedras, maderos y unas cuantas lanzas me dejarán descansar con tranquilidad –comenta el viejo mientras se adentran en la aldea.

Despiertan rápidamente a su Jarl, Velostán el Invulnerable, que se sienta en su silla para recibirlos en el salón del clan. Se muestra más intrigado que molesto por esta visita. Otros venerables del clan van apareciendo durante la charla.

Herentaros identifica pronto las runas y alianzas que comparten los Derakoli. Estas duras gentes sienten un profundo desprecio por esas venenosas monstruosidades.

Tras el relato del último encuentro en el camino, solicitan al Jarl hospitalidad durante un día y una noche. Velostán ha reconocido a Heothal y sorprende a los viajeros concediendo hospitalidad completa por los días que necesiten- En estos tiempos de la derrota de Orlanth, Rey de los Vientos y las Tormentas, forjar nuevas alianzas es lo más sabio –proclama el líder del clan, en un claro gesto de respeto al Sabio Gris.

Se despeja una choza para los viajeros que podrán desayunar y descansar a salvo durante el día. Las caras que se cruzan con ellos reflejan tristeza pero, aún así, resolución y amabilidad.


El cansancio ha hecho dormir a los tres hombres hasta la noche. La guerrera se ha levantado antes y está cenando ya un cuenco caliente y pan- Espero que no os importe, nunca he podido estar mucho tiempo quieta –consigue articular mientras sorbe y mastica. Los demás se unen a su compañera con buena gana y ánimo.

Y al tiempo que acaban su cena, como una sombra que los persiguiera, llega un alboroto desde fuera de la choza.

Una nueva figura ha llegado y habla con Velostán alarmando a todos los Derakoli. Es el shamán kolatinga del clan, Foshu Alta-bruma, quien se encargaba de pactar, aplacar o someter a los espíritus del viento, cuando estos aún recorrían el mundo.

- He presentido a unos espíritus malignos y furiosos, atravesar los límites de nuestra Tula. Algo los ha irritado –advierte el anciano greñudo y desarrapado, con el cuerpo y la cara cubiertos de tatuajes rúnicos en formas onduladas o en espiral.

Velostán explica con detalle al anciano la historia del shamán escorpión muerto, contada por los recién llegados. Foshu queda pensativo un rato, como si no estuviera allí- El muerto era un viejo enemigo, Klugkyrt, un necio perverso, pero poderoso. El ser que lo ha destruido le atacó desde el mundo de los espíritus –vuelve a tomarse unos momentos- Los que nos acechan ahora debían estar al servicio de Klugkyrt, atados por un pacto, y buscarán venganza.

Un murmullo se extiende entre las gentes del clan.

Foshu levanta las manos y todos enmudecen - Debo expulsarlos del mundo antes de que ganen poder, pero con mis Vientos hermanos desaparecidos tendré que recurrir a nuestros Ancestros protectores y los espíritus de la Naturaleza. Los forasteros deben ayudarme, pues quizá les busquen a ellos.

El Jarl y dos de sus Thanes se adelantan, haciendo honor a su deber de proteger a su pueblo. Los cuatro viajeros se miran resignados, pues su única experiencia con los seres del otro mundo es salir corriendo lo más rápido que puedan.

Los siete elegidos son despojados de sus armaduras, armas y ropas. El shamán prepara al fuego un caldo en un caldero de cobre y una pasta azulada en un cuenco de piedra.

Con la pintura azul comienza a dibujar en sus cuerpos las runas apropiadas. Canturreando e invocando a los seres del otro lado para acudir en su ayuda. Primero a Velostán y sus Thanes, que servirán de vínculo con los Ancestros. Después sigue Heothal, que encarnará al espíritu depredador Muerte. Jorakos será el ancla para el Protector, Padre Ciervo. Dalustana arderá con la llama de Fuego Salvaje. Y Herentaros se unirá a Conocimiento, el Roble Centenario.

Es el momento de beber el contenido del caldero. El cuerno con el brebaje va pasando por cada uno. Les hará accesibles al espíritu invocado y podrán ver el mundo oculto a los ojos mortales. Comienzan a ver a Foshu con otra forma, le  escuchan con otra voz.

Pero su enemigo no espera, ha estado buscando una debilidad en las barreras mágicas del clan y se abalanza por una brecha como una jauría sobre ovejas indefensas. Los sorprendidos Derakoli huyen despavoridos, atrapados por pinzas y desgarrados por colmillos que no pueden ver, aguijoneados con un veneno mágico que los asfixia y detiene su aliento en meros instantes.

La nueva voz de Foshu se impone sobre los ecos distorsionados de gritos desesperados- ¡Defended el clan! ¡No deberían haber entrado, no aún, algo les impulsa y les da fuerzas!

Los elegidos son capaces de ver a su enemigo, incontables escorpiones gigantescos, deformados y fundidos con otros seres, intangibles pero innegables.

Ninguno de los siete duda en su cometido, atacan con fiereza, pues la decisión ya no les pertenece.

Tres guerreros fantasmales empuñan sus armas imbuidas de poderes ancestrales. Sus golpes dañan a esos odiosos horrores, sus enemigos desde hace generaciones.

Muerte da caza a sus presas destrozando con sus garras, triturando con sus fauces, cegado por un frenesí insaciable.

Padre Ciervo embiste con su cornamenta a aquellos escorpiones a punto de asestar su aguijonazo mortal, protegiendo a sus víctimas de una muerte segura.

Fuego Salvaje danza alegre, deleitándose en el pavor que despierta, abrasando con su abrazo, arrojando lanzas de fuego a los que intentan escapar a su toque. Y ríe juguetona ante los que se arrodillan, creyendo que serán ignorados.

La nueva forma de Foshu recurre a los pocos poderes que le quedan, intenta contener o expulsar una a una esas monstruosidades, pero no dejan de llegar más- ¡Esto no puede pasar! ¡No puede haber tantos! ¡Algo los atrae!

Herentaros no ha abandonado su conciencia, ni se lo ha pedido Roble Centenario. La unión que comparten es más sutil. Ha perdido el miedo, observa a esas pequeñas criaturas, intentando perforar su gruesa corteza sin hacer mella. Sabe que no pueden dañarle. Escucha los ecos de Foshu y Sabe que tiene razón. Y aunque muchas de esas pérfidas criaturas se encaraman a su tronco, SABE que no es ÉL quien las atrae. SABE que no todos los incursores buscan víctimas, algunos buscan- ¡El Corazón Verde! ¡LA GEMA! –y al mirar en su dirección la ve brillar, incluso desde el mundo en el que está ahora, débilmente al principio, pero con un fulgor malévolo creciente. SABE que han venido por ella.

Con un impulso descomunal, que arranca sus raíces del suelo, cae sobre la choza que les cobijó en su sueño. Al abrir los ojos, Herentaros ve que se encuentra allí dentro, y de su bolsa surgen destellos verde esmeralda. La protege entre sus manos, mientras con el resto de sus brazos se prepara para rechazar a los espectros ponzoñosos.

Al momento, el resto de elegidos forma en torno a la choza. Las runas de sus cuerpos brillan intensamente y muestran rasgos de sus huéspedes, ambas formas quedan superpuestas.

Frente a ellos varias docenas de hombres o mujeres del clan yacen muertos con muecas de terror y dolor. Muchos otros corren, se agazapan, gritan, lloran o piden ayuda a los dioses. El viejo shamán parece sucumbir por momentos.

Aunque ahora, el defensor más inexpugnable protege la gema y el resto de elegidos aguardan a sus pies.

Los espectros escorpión profieren un grito de rabia al unísono. Y como siguiendo la orden de una mente maliciosa, ignoran a los vivos para hacer presa en los cuerpos de los muertos. Entran en ellos y los animan. Convulsionan y comienzan a levantarse. Se mueven de forma grotesca pero no hacia sus enemigos. Se van amontonando unos sobre otros hasta que no quedan más.

Entonces, los gritos atroces que traspasan la barrera entre ambos mundos se vuelven ensordecedores.

La masa de cuerpos se funde y conforma una inmensa abominación de carne, huesos y rostros conocidos con crueldad en sus miradas muertas. Y el engendro gigante arremete contra los defensores.

Seis elegidos avanzan para detenerlo. Sin embargo, lo que esos espectros no han conseguido en su forma intangible puede que lo logren en el mundo mortal.

Herentaros SABE que sostiene el Corazón de un antiguo Dragón de Sueños corrompido por el Caos, cuya esencia quedó aprisionada dentro por los Aprendices de Dioses, convirtiéndola en su prisión y en una fuente de poder. Al fracasar su ritual, la gema quedó aislada en aquella torre, donde la encontraron y de donde la sacaron, liberando al poderoso espíritu dracónico. El necio de Klugkyrt creyó poder someterlo.

Herentaros SABE que la gema retuvo parte de su poder y maldad, es lo que atrae y anhelan estos espectros. Pero igual que fue una prisión, puede volver a serlo.

El viejo Sabio Roble Gris Centenario avanza hacia Foshu, lo sujeta entre sus ramas y le otorga el Conocimiento de la gema. Unirán sus energías, pero el poder de contener a los espectros solo lo posee el shamán kolatinga.

La atrocidad de cadáveres fundidos destroza el cuerpo mortal de uno de los Thanes, expulsando al Ancestro que lo protegía. Después avanza hacia Herentaros y Foshu sin que los demás puedan detenerla.

El shamán entona sus cánticos, sobreponiéndose a la maldad de la gema gracias a Roble Gris. La abominación se dispone a pisarlos y enterrarlos en carne de parientes, cuando el poder del Corazón Verde se desata y cambia su vibración, atrayendo el Caos pero aprisionándolo en su interior.

Los gritos de terror ahora los lanzan esos espectros que se ven arrastrados sin remisión.

La monstruosidad se descoyunta y cae pedazo a pedazo en el lugar, quedando completamente inerte.

Foshu se desmaya por el esfuerzo. Advierten una pequeña neblina que surge de su cuerpo y permanece a su lado vigilante.

Dalustana Fuego Salvaje ya no parece alegre, arroja llamarada tras llamarada contra los cuerpos hasta quedar agotada y dejar en el lugar un montón de cenizas.

Los espíritus de los Ancestros y la Naturaleza se separan de los elegidos.

Por orden del Jarl Velostán, esas cenizas se guardarán en cuencos y se enterrarán; si los vientos retornan algún día, serán lanzadas desde una cima, para conceder a sus parientes el descanso que merecen.

El amanecer llega y nadie atiende a sus obligaciones cotidianas, anoche el clan Derakoli perdió mucho.

Heothal permanece agazapado en un rincón.

Dalustana no cesa de mirar una hoguera fijamente.

Jorakos los observa preocupado.

El viejo Herentaros se acerca a Heothal y pone la mano sobre su hombro. En ese momento el guerrero salta sobre el sabio con un rugido de furia intentando desgarrarle el cuello con sus dedos. Aunque se detiene a tiempo.

El Sabio Gris lo mira con calma- Tranquilo muchacho, se te pasará, sé que solo necesitamos un poco más de tiempo.

Foshu acaba despertando y absorbe la neblina que ha velado por su forma mortal.
Su primera preocupación es la gema. Habla con el viejo sabio, el Jarl y Jorakos- El Corazón Verde será escondido en un lugar que jamás pueda pisar mortal alguno, me encargaré de ello. Y alertaré a nuestros aliados de que un mal antiguo fue liberado en estas tierras.


Los cuatro viajeros podrán permanecer aquí unos días más. Aunque su llegada trajo la desgracia al clan, estuvieron dispuestos a luchar para salvarlo.

Sin duda saldrán de esta experiencia con pocas ganas de volver a inmiscuirse en asuntos de shamanes, brujos, espíritus o espectros.

 

¡Os deseo una noche espectral!

jueves, 31 de octubre de 2019

La Torre Maldita


De nuevo en estas fechas en que las barreras de nuestros mundos se debilitan, se filtran recuerdos de otros lugares y seres que llegan a mí en sueños. En esta ocasión son las vivencias finales de unos desconocidos que recorrieron antes el mismo camino que aquellos a los que suelo vislumbrar en ocasiones, asegurando o sentenciando su paso.

Un destacamento de soldados del Imperio Lunar deja atrás Piedra del Herrero. Marcha camino al sur, bajo una capa de rugientes nubarrones negros que amenaza con descargar su furia contra los que se atrevan a desafiar a la Tormenta.
La mayoría de esos hombres y mujeres, soldados y esclavos, no conoce el destino final de un viaje que comenzó hace más de una estación en las Provincias del Imperio, muy al norte.
Custodian y sirven a una mujer de eminente santidad, reputación y poder, la Sagrada Hermana Hawarima Dalzani, aquella que ha aconsejado a la Gran Hermana y al mismísimo Emperador.
La Capitana de la tropa, Tomiry Laxmi, cabalga al lado de su carro.
—Debimos haber permanecido a resguardo de la tormenta en la ciudad, mi Señora.
La Sagrada Dalzani le contesta con las palabras de una amable maestra que educa a una niña profana en los asuntos elevados de reyes y dioses.
—No es conveniente retrasar este encuentro. El Imperio podría ganar una poderosa aliada. Y estas tormentas no van a desaparecer en un tiempo, no hasta que la gran fortaleza y su dios rebelde sean derrotados por la Diosa.
La Capitana Laxmi ha recorrido este camino otras veces, ha prestado atención a las historias de los viajeros y confirmado los detalles hablando con los pocos aliados que puede encontrar entre estas gentes menos civilizadas que les consideran invasores.
Sabe que en aquellos bosques, antes de llegar a las partes altas de las montañas, podrían encontrar refugio de la tormenta, en las ruinas de una torre de tiempos olvidados.
Si prosiguen les podría sorprender una avalancha de tierra y rocas, la crecida de un arroyo o el ataque de algún Señor de las Tormentas y sus bandidos bárbaros. Es mejor no arriesgarse.
La protección de la Hermana Sagrada es un deber del que dependen su honor y su fe. Deben de refugiarse y proseguir cuando cese la lluvia o pase la noche. Así se lo aconseja a su Señora y así se hace.

Los bosques son traicioneros, pero tiene un buen rastreador bajo su mando que sabe leer las pequeñas señales.
Como le habían contado, allí estaba, junto al camino, una piedra marcaba el lugar. No conservaba las marcas pero, esa piedra había sido tallada, no se había desprendido y acabado allí por sí misma.
Le sorprendió ver a su Señora asomada fuera del carro, mirando fijamente a la espesura, antes de ser informada del hallazgo. Se acercó a ella pero no hizo falta confirmación, la Sagrada Dalzani lo había intuido.
—Sí, aquí es. Ahí debe de estar tu torre. —no dijo nada más.
Sus poderes habían servido bien al Imperio pero, en esta ocasión, no reveló ningún detalle, quizá porque no los había o quizá porque no entendía las visiones.

Deben abandonar el carro al poco de adentrase en el bosque. Lo ocultan bien y prosiguen con los animales.
La torre emerge de la falda de la montaña como un gigantesco cuerno que hubiera crecido de la misma roca. Su cúspide se desmoronó hace siglos dejando la forma de una cornamenta astillada.


La senda hasta su base, desdibujada por las tormentas y la frondosa vegetación, es escarpada y serpenteante. Las rocas oscuras que sobresalen del suelo son planas, de bordes afilados. Según la inclinación con que se miren devuelven tonos de un profundo verde esmeralda.
Los animales de las inmediaciones, si los hay, guardan un solemne silencio, dejando en aislamiento los sonidos de la lluvia sobre las hojas y las armaduras o capotes de los viajeros. Incluso entre los soldados se extiende un receloso mutismo.
El escaso terreno llano que encuentran cerca de las ruinas parece tener un influjo sobre los animales, que se niegan a dar un paso más. Sin proferir sonido alguno, todos han acordado que no se moverán de allí. Prefieren permanecer bajo la tormenta a entrar en ese lugar.
Los viajeros se miran unos a otros pero ninguno habla, descargan sus pertrechos y dejan a las monturas atadas a estacas clavadas en el suelo.
La vegetación aquí es odiosa, molesta y estéril, no sirve ni de alimento a las bestias.
El olor a bosque mojado cede ahora a uno más poderoso y añejo. Una esencia a hierbas o especias usadas por antiguos brujos, tan intensa que siglos después sigue impregnando esos muros.

La oscura oquedad que da entrada a la torre puede intuirse tras las zarzas salvajes que cierran el paso.
La Capitana Laxmi no usa palabras, simplemente mira a sus soldados y señala las zarzas. Inmediatamente, varias cimitarras abandonan sus vainas y comienzan a segar un camino al interior de la ruina. Las ganas de protegerse de una tormenta que va en aumento, impulsan el trabajo de los soldados. Ha sido mucho más fácil de lo que esperaban.
En el interior lleno de piedras, antes de abandonar la alfombra de tenue luz que llega del exterior, se apresuran a encender alguna luz para iluminar la oscuridad. Aguardan ansiosos el final del ritual que ejecuta el soldado para encender las lámparas de aceite. Las chispas saltan al entrechocar del pedernal y un pequeño rezo a Lodril trae el fuego al montón de yesca.

Todos se sorprenden cuando el fuego prende en un color verde y el olor a esencias se vuelve tan potente que aturde los sentidos. La luz se hace en toda la estancia al prender por si mismos varios braseros con ese turbador fuego verdoso, al tiempo que una ola de calor les hace olvidar el frío y la humedad que portaban consigo.
No ven ruinas o deterioro ahora, sino una sala bellamente decorada en la que predomina la pintura de un dragón que se alarga y serpentea por las cuatro paredes.
Sus ropajes y marcas son muy diferentes a las que vestían hace un momento, aunque reconocen sus rostros. Sin embargo, es el sonido de una letanía lo que atrae su atención hacia un pasadizo que desciende a las entrañas de la montaña.
Lo recorren con una intención que no recuerdan, hasta llegar a un pesado portón de madera que abren con decisión para irrumpir con furia en otra cámara.
El lugar es iluminado tan solo por una gema sin tallar que late con una luz esmeralda, suspendida en el aire entre unos símbolos extraños grabados en el suelo y el techo por igual.
Allí sorprenden a un grupo de figuras envueltas en túnicas oscuras que rodean la gema pulsante mientras entonan un cántico. Los brujos aparecen borrosos a sus ojos, como si estuvieran en este lugar y en otro al mismo tiempo.
La irrupción de los recién llegados pervierte el ritual. Las tenebrosas figuras rompen en alaridos de horror, comenzando a retorcerse en agonía.
Las paredes y el techo se quiebran mientras el suelo tiembla. Una ola de fuego verde procedente de la gema los traspasa y sus gritos se suman al ominoso coro de lamentos. No arden pero, algunos comienzan a cambiar soportando un dolor atroz. Nuevos miembros crecen en sus cuerpos deformándolos, convirtiéndolos en criaturas repulsivas. Sus antiguos compañeros usan sus armas para acuchillarles y cortarles.
Hawarima Dalzani desconcertada y aturdida grita pidiendo ayuda a la Diosa. Siente como algo se revuelve en su interior provocándole nauseas y presa del pánico invoca todos los poderes protectores de la divina Lesilla.
Su cuerpo se ilumina levemente con una luz rojiza y su transformación se detiene pero, el horror continúa ante sus ojos. Sus soldados y esclavos desgarrándose unos a otros o a sí mismos. Los que intentan huir caen presa de las fauces monstruosas que se forman en las paredes y el suelo de piedra.
Y la degeneración no se detiene ahí, pues de los rincones oscuros surgen nuevos horrores.
Una res con el rostro descompuesto de terror se abalanza sobre la Misionera, se arrodilla ante ella rompiéndose los huesos y tendones de sus patas traseras, suplicando su ayuda en un antiguo idioma, mientras intenta agarrarse a los ropajes de la mujer con sus pezuñas delanteras. Sus gritos se tornan en agónico estertor cuando el interior de su cuerpo hierve y sus vísceras emanan derretidas por todos los orificios.
El hedor es repugnante y la misionera solo piensa en huir, salir de ese lugar maldito antes de sucumbir a la locura.
Un árbol atraviesa corriendo la estancia profiriendo alaridos chirriantes mientras sacude con sus ramas el aire y su propio tronco, intentando alejar desesperado a la miríada de pequeñas aves de fuego que intentan posarse sobre él, revoloteando a su alrededor y generando un rugiente crepitar de miles de aleteos. Tras de sí dejan una nube de chispas que caen prendiendo fuegos en las ropas y causando quemaduras de punzante dolor en la carne.
Una criatura aterrada muge mientras se agazapa en un rincón del que no se atreve a alejarse. El hombre  debe sufrir un suplicio debido a todas las ampollas que se extienden por su cuerpo, deformando los tatuajes con las runas de su clan que ya no significan nada para este torturado ser.
El derrumbe de una pared abre una ruta de escape de esta pesadilla y la atormentada criatura huye a cuatro patas. La misionera, recuperando el control por un instante, corre tras ella a través de una gruta oscura, guiada por sus mugidos, sin ver donde pone los pies, tanteando con las manos paredes que hieren al tacto.
Más adelante, un fulgor revela las formas que la rodean. Proviene del suelo, un charco de fluido verdoso entre la piedra. El borboteo es el único sonido que se escucha ya, liberando unos efluvios que al acercarse abrasan los ojos, la piel y la lengua. Sabiendo que debe alejarse cuanto antes y jamás volver atrás, salta entre las piedras para superar el charco, consiguiéndolo por poco y quedando en equilibrio durante unos eternos latidos.
Un sonido metálico, un chapoteo y un gemido la siguen, cuando una férrea garra la sujeta del tobillo y la hace caer. Mira atrás un instante para ver la cara de su leal capitana que ha caído dentro del légamo refulgente y se agarra a su pierna con una mirada desorbitada de pavor y un gorgoteo estancado en su garganta.
Con un frenesí primario por alejarse de ese aire corrosivo asesta una implacable patada a ese rostro deformado que la arrastra a la muerte, liberando su pierna y permitiendo a sus dedos arañar su salvación en la roca.
La gruta vuelve a la oscuridad y al húmedo ambiente aliviando la irritación que la torturaba unos pasos más atrás. El aire se torna caliente y pegajoso antes de llegar a una caverna iluminada por un fuego, uno que proviene de un caldero pero no se halla bajo este, si no en su interior.
Allí medita un gran Troll, hijo de la oscuridad, que le habla sin palabras ni sonidos, y en su cabeza un eco atronador resuena con la compresión que debe asimilar:
—Las Runas grabadas en piedra y carne son tu prisión y tu condena ¡Libérate, libéranos! ¡Todos seremos iluminados!
Ante la mirada de la exhausta viajera, el Troll se baña volcando sobre sí la olla de líquido ardiente. Envuelto en llamas, ríe extasiado a la vez que grita de dolor. El hedor de su piel, carne y huesos calcinándose, convirtiéndose en cenizas, llena cada trago de aire, cada pensamiento o recuerdo, hasta que la oscuridad solo provoca nauseas.
La Misionera lunar ve entonces una escalera hecha de huesos, un gran costillar fundido en la misma roca, que sube hacia la estancia donde entran los rojizos rayos de la Diosa, iluminando la noche con su luz.
La leal sierva de la Luna Roja ha comprendido la gran verdad que dormitaba allí durante siglos, una para la que ha sido elegida, la única capaz de acabar con las cadenas de los mortales y liberar la esencia primigenia que iluminará el mundo con su fuego inefable.
Usando todos los poderes otorgados por la Diosa y una cimitarra bendecida por el Emperador conseguirá arrancar de los muros esas pérfidas runas, grabadas allí sin duda por los malignos Aprendices de Dioses.
Y la oscuridad se cierne sobre los sollozos y la risa nerviosa de la mujer, que se apagan como un eco.
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Más de un año después de este suceso, un grupo muy diferente, aunque ya familiar, avanza oculto por el bosque siguiendo la misma ruta.
El viejo Herentaros lleva un rato preocupado y no le faltan motivos —Debemos atravesar este tramo lo antes posible. Nos aproximamos a los dominios de Gagyx Doble-Aguijón, la Reina de los Hombres-Escorpión, un páramo inundado por el caos y la desolación. Es mala idea seguir cerca del camino cuando llega la noche. Esos seres son siervos del Caos de lo más perversos, les encanta la carne humana y disfrutan torturando a sus presas antes de devorarlas.
Gagix Twobarb receives Lunar ambassadors
by Jan Pospisil
 
A Dalustana, la guerrera vingana, no le asustan los rumores —Nunca me he encontrado con un enemigo como ese pero si nos sorprende alguno, lo atravesaré con mi lanza.
Jorakos, el guerrero varmandi que protege al viejo desde el principio, se apresura a contener su ímpetu —Dicen que solo uno de ellos puede dar problemas a un pequeño grupo de guerreros, deberíamos evitarlos.
El cuarto compañero, Heothal el humakti, quién mejor conoce esta región les ofrece una alternativa —Tranquilos, he oído hablar de una torre en ruinas a la que temen más que a nada. Sus supersticiones nos vendrán bien. Podemos pasar la noche allí y atravesar ese territorio a primeras horas del día.
Como buen rastreador y conocedor de estos bosques, no tarda en encontrar una señal que les conduce a la torre.

Salvada la escarpada ascensión se encuentran ante las ruinas rodeadas de plantas muertas. Los árboles cercanos son oscuros y retorcidos. El silencio es sobrecogedor. El olor desagradable y sin viento que lo disperse, inunda el lugar. Tendrán que aguantarlo por una noche.
Al entrar pueden ver algunas piedras y maderos desprendidos. Encienden unas antorchas y se sorprenden al encontrar objetos de un antiguo campamento que fue abandonado aquí, incluso armas rotas y corroídas. Todo parece podrido o desecho pero, no hay señal de pequeños animales o insectos.
Más allá ven un pasadizo que no está totalmente bloqueado y al fondo, un ligero brillo verde atrae su atención. Antes de decidir si van a quedarse aquí, deciden explorar el interior.
Con mucha prudencia apartan varios obstáculos hasta llegar a las maderas desvencijadas de una vieja puerta, que se vienen abajo al primer contacto. 

Al entrar descubren con horror los restos de antiguos viajeros. Son cuerpos consumidos y resecos, algunos hechos pedazos. Alguien cortó de todos ellos los trozos de piel donde se encontraban sus tatuajes rúnicos y los amontonó en un rincón, como deshechos. Del mismo modo, las paredes están destrozadas donde antes hubo runas grabadas.
El cuerpo que más destaca es el de algún tipo de bruja lunar. Parece ser la que arrancó los pedazos de piel a los otros y puede que a sí misma. También cogió dos huesos de otro cuerpo y astillándolos por la mitad se los clavó en los ojos y en el corazón.
Algunos de los restos sobresalen de la piedra como si hubieran sido engullidos por los muros.
Y en el centro de toda esa abominable escena, una gema verde emite un ligero fulgor. Está enquistada en unas raíces negras que cruzan la cámara entre el techo y el suelo, entre cada pared y su opuesta. A la luz de la antorcha, la viscosidad de esas hebras las semejan a venas o tendones.
Un leve soplo de viento hediondo les eriza el pelo del cuerpo. De soslayo contemplan alarmados como varias figuras emergen del suelo y los muros. Se puede ver a su través, atraviesan los objetos y flotan en el aire. Sus rostros reflejan la locura y el odio más extremo.
  Author: Mark Tarrisse

Al grito de la guerrera — ¡Corred, Espectros! —Los cuatro compañeros se precipitan por el pasadizo hasta alcanzar el exterior de la torre. Solo entonces, la más veloz entre ellos se permite mirar atrás para ver si han salido todos y si esas cosas les siguen fuera.
Con el corazón desbocado se detiene y levanta una mano en señal de calma. Están a salvo.
Pero los tres guerreros quedan mudos mirando fijamente al viejo y a lo que lleva en la mano. El propio Herentaros parece sorprendido cuando la mira. Descubre que, antes de salir corriendo, ha arrancado la gema de esas raíces — ¡Por las barbas del Sabio Gris! Ni siquiera recuerdo haberlo hecho.
Duda por un momento pero decide —Bueno, está bien haber rescatado la gema. No sé qué ritual despreciable se practicó ahí dentro pero no podemos dejar que nadie se la apropie, podría ser importante.
Saca un paño y envuelve bien la gema para cubrir su brillo y ocultarla.
Jorakos ha cambiado de idea —Abandonemos este lugar maldito. Antes prefiero vérmelas con los devoradores de hombres. A esos si les puedo clavar la espada.
Parten apresuradamente sin mirar atrás y no alcanzan a escucharlo. Tras su marcha, las ramas de los árboles se estremecen violentamente pero no por el viento, sino por la estela de una presencia antigua y dañina que vuela ahora libre por estos bosques.

Y dejamos por esta noche las andanzas de estos cuatro compañeros. Volveremos a saber de ellos aunque quizá lo que han liberado sin saberlo se convierta en el problema de otros.

Es lo que ocurre cuando entras en lugares que alertan de su maldad con cada detalle. Aunque puede que seáis de esos que no pueden evitarlo.

¡Malditas y terroríficas noches!