domingo, 21 de octubre de 2018

Murallas conquistadas.


Hace mucho que dejé olvidada la intención, no obstante, las imágenes de aquellos sucesos no me abandonan y me recuerdan, de tanto en tanto, que debo darles luz, pues soy el único testigo de lo acontecido en aquel mágico y lejano lugar. Quienes deseen recordar cómo empezó la historia, pueden leer la primera parte.

En la torre más alta de la antigua fortaleza, una cámara ha sido lujosamente acondicionada para albergar a uno de los tesoros más preciados del clan EelAriash.
La sensual sacerdotisa medita recostada en un triclinium, con un pesado tomo entreabierto apoyado en su regazo. El ambiente gélido no parece afectar a su pálido cuerpo, cubierto por un vaporoso vestido de seda que ofrece poca protección.

Los pesados pasos de un calzado de invierno, acompasados con el repiqueteo de las piezas de una armadura de bronce, se escuchan cada vez más cerca de su puerta. La vieja madera suspendida en los goznes gruñe al ser empujada. Las dos guardias que flanquean la entrada en el exterior de la estancia permiten el paso al veterano oficial.

- ¡Gloriosos días tengáis Bendita LumEel, Brillante Rayo de Rashorana!, disculpad mi intrusión -estruendosas palabras, arrojadas con vigor militar, que rompen el silencio de la cámara y la concentración de su ocupante.Sin embargo, la joven muestra una expresión alegre, prestando al hombre su total atención:
- ¡Capitán Velonio, cuanta formalidad! Debería de esforzarse un poco menos. Los devotos de Yanafal tienen permitido relajarse, si no estoy mal informada. ¡Hemos vencido, procure disfrutar del momento, hágalo por mí! -le pide en actitud risueña mientras acaricia el pectoral de bronce decorado con motivos históricos. Repentinamente cambia de tema:
- ¿Han llegado ya? ¿El Sabio Gris se ha presentado como Herentaros? -adelantando las noticias del oficial.

- ¡En efecto, Bendita LumEel! Los dos hombres fueron conducidos a la Sala del Grabado, se les ha ofrecido un plato caliente y vino tibio, después he retirado a mis legionarios, dejándoles hablar en privado. No se les han retenido sus armas. Todo como ordenasteis -el estricto militar permanece firme, inflexible, con el casco colocado bajo el brazo.

- Bajaremos ahora, encuentro agotadores estos densos volúmenes del Antiguo Wyrmico, ansío conocer a nuestros invitados –admite, al tiempo que gesticula órdenes con las manos a sus guardias y criadas, que esperan fuera, para seguirla allá donde vaya.

Un leve gesto de resignación asoma en el semblante del Comandante, antes de acelerar el paso en pos de la Noble Dama a la que debe obediencia.

Abandonan la torre principal, cruzan el patio, marcado aún por los proyectiles incendiarios del asalto imperial, y se adentran en la gran construcción, semejante a un templo. Los soldados, antes distendidos en su labor de vigilancia, se tensan y recuperan su porte ante la llegada de la ilustre luz que los guía. Yanafal no quiera que LumEel "la Insidiosa", los haya visto desatender sus deberes durante un solo suspiro.

El viejo y el guerrero, han acabado la frugal comida que se les ha ofrecido y aguardan en la gran cámara abovedada, la llegada de la autoridad al mando. En la sala pueden sentir un calor agradable que parece emanar de la misma piedra bajo sus pies. El movimiento de las llamas en los braseros otorga vida a las inhumanas figuras de los relieves en las paredes, mientras el crepitar de las ascuas, arroja ecos sobrecogedores por toda la estancia.

El Sabio Gris se encuentra arrodillado, examinando las runas y símbolos del suelo, cuando vuelven los conquistadores de este sagrado lugar.

El veterano oficial de Yanafal, se adelanta unos pasos para plantarse frente a ellos y anunciar a su Señora:
- ¡Sobrecogeos ante la Bendita LumEel, Brillante Rayo de Rashorana!

La joven sacerdotisa avanza con paso lento pero firme, observándolos fijamente, hechizándolos con su presencia, como una serpiente antes de lanzarse sobre su presa.
La luz del fuego, el humo que enturbia el ambiente y quizá algún poder mágico que desconocen, muestran a la sacerdotisa imbuida de un aura divina, una visión impresionante que los somete durante unos instantes, los enmudece y quedan inmóviles.

La mujer estudia cada pequeño detalle, cada marca, cada tatuaje distintivo y espera a la primera reacción del más anciano. Justo cuando éste parece recuperarse de su estudiada entrada y va a decir una primera palabra, ella se adelanta, tomando la iniciativa:
- Bienvenidos seáis, Herentaros el Clarividente, y vuestro compañero, Jorakos, guerrero del clan Varmandi, de la tribu Colymar. Deseo que transmitáis mi agradecimiento a la Reina Hendira, por haber enviado hasta aquí a un Sabio Gris tan reputado.

El viejo Herentaros se entrecorta al haber perdido la oportunidad de presentarse por sí mismo, como es típico entre los orlanthi, mientras, Jorakos guarda silencio, fascinado por la figura de esta mujer extranjera.

No obstante, aun bajo el tono sereno y suave de la sacerdotisa, su voz les transmite una sensación de pavor, un peligro oculto que les hace levantar la guardia y atender intranquilos a sus palabras.

Herentaros inclina su espalda con esfuerzo y consigue añadir:
- Es un honor servir a mi Reina y un privilegio la oportunidad de observar estos grabados. Se lo agradezco Bendita LumEel.

La mujer ordena a Velonio y sus guardias que se retiren, permaneciendo junto a ella, tan solo, dos criadas, a las que hace señas con sus manos para que acerquen una pequeña mesa de madera, pergaminos y tinta.

- Así estaremos mejor y podremos hablar con tranquilidad. No se preocupen por ellas, no pueden oír nada de lo que digamos, tampoco tienen lengua y nunca aprendieron a escribir –la placidez con que comenta estos detalles, junto a su andar sinuoso en torno a ellos, les hace sentir un escalofrío.

El viejo sabio procura comenzar cuanto antes la conversación sobre los grabados:
- Los he estado observando con detenimiento y no me cabe duda, parte del lenguaje es Antiguo Wyrmico, aparece mezclado con otros símbolos que desconozco y una variante de runas dracónicas. Me recuerdan a los símbolos hallados en los obeliscos del norte, aquellos que forman parte de los senderos mágicos de los Dragonuts –el pulso del anciano se acelera, pues no sabe discernir en el rostro de su rival, si sus mentiras son aceptadas como ciertas. Herentaros sigue justificando su deducción:
- No puedo ofrecer una traducción completa pero, los símbolos que voy a escribir en el pergamino son los más importantes, si los hace interpretar por los eruditos imperiales, no me cabe duda de que llegarán a la misma conclusión.


La sacerdotisa únicamente responde a sus palabras con una inmutable sonrisa, que intenta suavizar su fría y terrible mirada, como si pudiera ver tras el velo de la mentira y contemplar las verdaderas intenciones del anciano.

Mientras copia las intrincadas figuras, el Sabio Gris deja caer un último comentario y una petición:
- Es una lástima que no conozcamos más sobre los poderes de los Dragones, quizá podríamos usar esos senderos. Si no os importa, virtuosa LumEel, desearía copiar los grabados para llevarlos conmigo hasta la ciudad de Nochet; con la ayuda de otros Sabios podríamos descubrir algo más.

- Por supuesto, venerable Sabio, compartimos la misma curiosidad por los secretos que esconde el pasado. Ahora, si me disculpáis, debo atender importantes rituales personalmente -recoge con delicadeza el pergamino que el anciano ha copiado para ella y se despide:
- Tomaos el tiempo que preciséis y marchad en paz ¡Que la luz de la Diosa os guíe!

Su séquito sigue de nuevo a la Bendita LumEel hacia la torre. A suficiente distancia de los dos visitantes, el veterano oficial no puede contenerse más:
- No creo que debáis confiar en ese viejo, lo que os haya contado debe ser mentira.

La sacerdotisa ríe alegremente y agarra del brazo al militar, como muestra de cariño.
- Leal Velonio, sin duda, lo que me ha dicho es mentira pero, ahora ya sé en qué debo fijarme, descartando todo aquello incluido en el cebo que me ha preparado. Ha tenido agallas para entrar aquí y mentirme, debes de concederle eso.

El hombre medita la situación durante unos escalones más y concluye:
- Entonces ¿debemos apresarlos?

- No, los dos deben partir de aquí sin ningún contratiempo. No te preocupes más por ellos, mi fiel amigo. Tú solo asegúrate de que estas murallas siguen a salvo de intrusos.

Al despedir a su Señora en la puerta de su cámara, el movimiento de una cortina llama la atención de Velonio. Sin embargo, un vistazo a toda la habitación calma su inquietud, antes de cerrar la puerta y dejar en soledad al Brillante Rayo de Rashorana.

La Bendita LumEel se sirve un poco de vino, del más preciado en el Valle del Oslir, y se deleita con su aroma antes de dar el primer sorbo.

- Casi te descubre –comenta en tono jocoso.

- La cortina era solo el señuelo –contesta una voz susurrante desde las sombras, en un extremo de la habitación.

- Necesito que sigas al Sabio Gris, sospecho que nos conducirá a presas mayores, esas son las que importan.

- ¿Y, cuando los encuentre, que hago con el viejo? –pregunta la misteriosa presencia.

- Dale muerte. Pero tráeme todos sus pergaminos, todo lo que lleve con él –sentencia la sacerdotisa arrojando una bolsa de oro hacia el origen de los susurros.

La figura atrapa la bolsa y se mueve como una ráfaga de viento hasta la ventana, para dejarse caer al vacío cubierto por las brumas.



Unos trazos de tinta más tarde, un viejo sabio y el guerrero que lo protege, dejan atrás Murallas Blancas, con un tesoro plasmado en varios pergaminos.

Ante el silencio del anciano, Jorakos celebra:
- ¡No ha sido tan difícil engañar a esa bruja lunar!

Herentaros lo mira preocupado y aclara al guerrero:
- No creo que haya mordido el cebo, valiente amigo. Cuando una tarea imposible te resulte tan sencilla, acepta que algo ha ido mal, solo que aún andas en tinieblas. Mejor será que nos perdamos en el bosque y no descubran que nos dirigimos al sur. Una vez alcancemos la primera encrucijada y nos reunamos con el guía, lo tendremos más fácil.

- ¿Podemos fiarnos de ese guía? –pregunta Jorakos, recuperando su seriedad habitual.

- Así lo espero. Heothal es devoto de Humakt, no suelen mentir y respaldan con su vida cada juramento que hacen. Tranquilo, si está en nuestra contra, lo descubrirás enseguida, te lo dirá nada más verte y te matará en un duelo justo –esta es una de esas cosas que el anciano usa para burlarse de su taciturno compañero.

Jorakos ha aprendido a disfrutar en silencio el humor del viejo, que siempre esconde algún rastro de sabiduría.

Dedica una última mirada a la Gran Fortaleza y se sumerge en la espesura, seguro de que, algún día, volverán para reclamarla.


Página de la autora de la primera imagen. La que veis justo encima sale de Assassin's Creed 3.

Si quieres releer las conversaciones que tuvieron Heothal, Herentaros y Jorakos, tras reunirse y proseguir juntos el viaje, puedes recordarlas pinchando en sus nombres por este orden.
Pronto, el último día de este mes, subiré una nueva entrega, como otros años, inspirada en esa noche en que la barrera entre vivos y muertos es más débil. ¡No os la perdáis! ;)

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